Nuestra vida es un viaje, así como fueron los 40 años del pueblo elegido por el desierto, en el que habrá muchas pruebas, infidelidades y caídas, incluso a veces, será tan duro, que no veremos que sea posible salir de la obscuridad, dudaremos de Dios y preferiremos vivir esclavos de algo que sentimos nos da más seguridad, como cuando el pueblo quería regresar a Egipto. Pero Dios siempre sale a nuestro encuentro, nos libera de la esclavitud, nos da el alimento necesario. Siempre que te desvíes del camino es importante levantarse y empezar de nuevo, volver a Él.
La vida diaria es un camino, no podemos estar estáticos, hay que crecer, la meta de la vida cristiana es caminar hacía la eternidad, pero a diario nos encontramos con numerosas tentaciones, pruebas y retos, estamos forzados a tomar decisiones, escoger entre el bien y el mal.
Jesús también iba por el camino, y el tramo más importante, claramente es el camino hacía Jerusalén, donde les espera la prueba, la tentación más grande, pero es consciente de su meta y todo lo ha sometido a ella.
Dios nunca abandona a aquel que se pone en camino y busca con un corazón sincero, él siempre nos envía ciertos signos o personas que nos ayudan a seguir, pero nos pide que seamos pacientes y atentos a fin de que podamos reconocerlos. Necesitamos estar abiertos, a veces el camino que tenemos trasado en nuestra cabeza, no es el mejor y no queremos ceder, con esto nos cerramos al Señor y cuando el hombre está cerrado no puede haber colaboración, por eso es necesario que estemos abiertos y que permitamos que Dios nos guíe.
Podemos tardar en entender lo que Dios quiere de nosotros o cuál es la forma correcta de hacerlo, pero lo que importa es el deseo de llegar al Señor, la decisión firme de que Él y solo ÉL es nuestra meta. Así le paso a San Francisco de Asis, cuando oyó que Dios le pedía reconstruir su Iglesia, tuvo que reparar tres iglesias con sus propias manos, para darse cuenta de que lo que Dios pedía no era levantar unos muros, sino reconstruir internamente la Iglesia. Pero nada de esto fue una pérdida de tiempo, porque lo importante es que no dejaba de insistir en escucharlo, en buscarlo.
El camino del conocimiento del Señor es muy largo, como nos pone de ejemplo la vida de San Francisco, pero lo más importante es permitir que Dios destruya nuestro mundo viejo, nuestras ideas, para construir algo nuevo, dejar que nos sorprenda, estar abiertos a Dios, dispuestos a escucharlo, a reflexionar, permite que Dios tumbe tus planes y cuando le escuches actúa, no esperes ningún otro signo.
Dios siempre enviaba a ciertas personas o profetas para llamar de vuelta a su pueblo, pero en la plenitud de los tiempos nos envió a su hijo para mostrarnos su cercanía y vemos como Dios nunca es pasivo, sino dinámico y eso es lo que nos pide a nosotros también, que nos pongamos en el camino de la búsqueda y del descubrimiento de Él y de nuestra vocación, que vayamos hacía la meta de nuestra vida, como en la capilla Sixtina, la imagen del toque entre Dios y el hombre, la colaboración.
Pidamos a Dios el espíritu de la Sabiduría, a fin de reconocer sus señales, ese es uno de los mensajes principales de la cuaresma, a lo que nos invita la experiencia de Jesús en el desierto, retirarse a un lugar aislado, buscar al Señor y pedirle que nos ayude a tomar la decisión correcta.
Pedro al tratar de convencer a Jesús de no ir a Jerusalén, nos muestra que tenía una propia imagen de Dios muy humana, es necesario que le permitamos a Dios que él cree en nosotros su verdadera imagen, y que no nos cerremos firmemente a nuestros principios si vemos que estos no dan fruto en nuestra vida. El sentido de la vida no lo encuentran nunca aquellos que creen que lo saben todo, sino aquellos que están dispuestos a cambiar, que están dispuestos a sacrificarse. Las caídas duelen y tenemos miedo de ellas, no queremos ser débiles, pero nuestro Señor cayó en el camino de la cruz y Él vivió y sintió esa experiencia y permitió que otra persona le ayudará a cargar la cruz, las caídas y los errores nos forman más que cualquier otra cosa, pero tenemos que experimentarlas en carne propia, mientras estemos en este camino de la búsqueda algunas cosas no serán completamente claras y eso es lo que buscaremos en el Señor y justamente en eso se esconde la belleza de la vida, que caminemos y que busquemos, que a veces incluso caigamos y que nos apoyemos en la mano de Dios que siempre nos guía.
Cada vida es única, no debemos compararnos con los demás, ser celosos o caer en la resignación, si otros han tenido éxito en su vida es necesario ser pacientes y constantes, es mejor a veces perder algo en la vida, como perder un mes en la búsqueda que tomar una decisión rápidamente y equivocarse, lo importante es que pongamos firmemente una meta, que tengamos un ideal en nuestra vida, Cristo, es decir la vida eterna.
Lo mismo pasa en nuestro camino espiritual, no podemos alcanzar nuestra meta si vivimos sin la oración y sin la relación con Dios. La finalidad de la cuaresma es que confiemos en la gracia de Dios, que le permitamos que actúe en nosotros, que realice su obra en nosotros y nos abandonemos en su misericordia que siempre nos levanta y nos da una oportunidad nueva en la vida, siempre nos anima a empezar de nuevo y esa es una de las características básicas de los mensajes que la Virgen en Medjugorje,
la llamada a la confesión y a la oración, ella nos invita a que siempre nos abramos a Dios a través de la oración, a que purifiquemos nuestros corazón y en la cuaresma tenemos varios medios que nos ayudan a ello, que son la oración, el ayuno y las obras de caridad, ella como madre nos invita a que pongamos nuestra vida en las manos de Dios y como lo dice en el Evangelio, en Caná de Galilea, que hagamos lo que él nos diga, que la Virgen la Reina de la Paz, nos conceda siempre la fuerza para acercarnos a nuestro Señor y que en comunión con él caminemos a través de la vida.
Dios es amor y la única forma de imitarlo es amando.
Como dijera Mons Aldo Cavali “la gracia no hace lo que la naturaleza tiene de hacer”, la gracia no hace lo que yo tengo que hacer, lo que está en mis manos, así que pongamos de nuestra parte que Dios pondrá todo lo demás, no esperes que las cosas te caigan del cielo, los momentos de oración los tienes que generar tú, disponer, al igual que los cambios en tu vida, y luego Dios te dará la gracia para que tu oración sea mejor y tu vida se fortalezca y de frutos.
No pienses solo en lo difícil que es tu cruz, muchas veces nosotros podemos ser la cruz de otros. Jesús dice toma tu cruz y la Virgen en Medjugorje nos propone rezar ante la cruz por la paz, ¿cuál es la relación entre la cruz y la paz?, si no me acepto a mi mismo tal cual como soy, no hay paz, si no te acepto a ti, la persona con la que vivo, tal cual eres, no hay paz, pero si me acepto como soy la paz vuelve y me reconcilió con la cruz, si te acepto a ti tal cual eres yo me reconcilio contigo, si acepto la enfermedad yo me reconcilio con la enfermedad, así en cada cosa y así puedo tomar mi cruz y seguirle. La aceptación trasforma el interior, y todo parece cobrar otro aspecto.
El agradecimiento también puede ayudar para la aceptación de la cruz.
No hay resurrección sin pasión, ¿por qué? Porque necesito morir a mí, a lo que me ata, a lo que no me deja crecer, a lo que me separa de Dios y eso duele, duele porque me da comodidad, porque es lo conocido y me da seguridad, aunque a veces me esclavice, así que solo abriéndome a Dios y reconociendo que yo no sé todo, confiándome en Él, aún que me duela, podré ahora vivir la plenitud y resucitar un día con Cristo.